SIEMPRE AMANECE

Hijos de Brianda Pereira

En Azores se celebra el Foro Mundial de la Cultura Taurina, una fiesta que no es nacional ni geográfica ni ideológicamente

Llamadme Miguel Jordán

El último rastro del mar

He venido a las Azores a hablar de toros y vimos 'Tardes de Soledad', la famosa película de Albert Serra, nuestra cámara funeraria de Tutankamón. De momento no he encontrado signos del famoso anticiclón de las Azores, ni de la foto de las Azores, tampoco. ... En Angra do Heroismo, capital de la Isla Tercera, las palomas son educadas: solo se posan en las casas abandonadas y descansan sobre los cables en una particular galbana que no conoce el hambre ni el miedo. Las calles van a dar a la bahía en una feliz sucesión de casas rosas, azules, verdes y rosas bajo un cielo en blanco y negro, como si atardeciera por los suelos. La foto aquella parece desdibujada, y el Gobierno de España, en lugar de con Bush y Blair, posa con Maduro y con China y somos de los BRICS, naturalmente. También la política resulta lejana. Crecen plantas desconocidas y los grillos cantan un tono por debajo. La gente te da los buenos días por las aceras y los chiquillos, detienen su bicicleta bajo las casas de sus amigos y los llaman a gritos en un portugués enmarañado, pero alegre, entusiasmado y musical.

En la Isla Tercera se celebra estos días el IV Fórum Mundial de la Tauromaquia. Quinientos años de toros nos contemplan. La Tauromaquia, nuestra madre, se despliega en planos impredecibles y adquiere aquí un cariz isleño improbable pero irresistible, uno no sabe si está en una novela de piratas o en una crónica de Antonio Díaz Cañabate. La Tercera es el centro geográfico del mundo del toro que gravita alrededor del Atlántico. A mil millas de agua de la tierra, pervive una decena de ganaderías y los vecinos son partidarios de una o de otra como de equipos de fútbol rivales y se enfrentan en fenomenales pajarracas. Son de los toros y del Espíritu Santo que protege y guía a las gentes del archipiélago. De mayo a octubre, celebran más de 200 festejos populares y echan a las calles unos toros locales, listos y temibles que descuelgan a la gente de lo alto de los muros y que pegan unos viajes que ni el Falcon.

Los conocimos en 1581, cuando los españoles desembarcaron en la Tercera para conquistar el último reducto portugués y los de allí, no teniendo suficientes fuerzas para repeler la agresión, usaron sus reses en un sobrecogedor encierro. Una mujer de la zona, llamada Brianda Pereira, soltó sus toros que pegaron a los españoles unos revolcones que no veas. Las tropas del marqués de Santa Cruz, en las que luchaba Lope de Vega, se dieron la vuelta y quedaron como Cagancho en Almagro y en las tiendas locales se venden camisetas de Brianda Pereira. Aparece rodeada de toros astifinos como una mezcla de princesa guerrera y Dolores Aguirre y demuestra que la Fiesta no es nacional, ni geográfica, ni ideológicamente.

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